puta

¡La puta que te parió pero el puto que dejó su esperma!

¡Me cago en la leche de la virgen! ¡Que chinguen a su madre! ¡Vete a la reconcha de tu madre!

¿Por qué la mujer tiene que cargar con tan complicado papel de ser un insulto para la gente cada vez que utilicen el género femenino para ofender a alguien? Y esto no sólo sucede en el idioma español, probablemente sucede en todas las lenguas.

¿De dónde proviene esa idea colectiva de querer utilizar lo femenino como insulto?

El otro día comencé por preguntarme por qué no utilizar ambos, me cago en la leche del virgen o del santo o del padre, que chinguen a su padre, vete a la reconcha o en este caso a la repija de tu padre, el puto que te parió; sólo que este último aún no ha sido parte de la evolución humana y lamentablemente no hemos visto que los hombres carguen en sus testículos un feto. Bueno sería.

Que tanto hombres como mujeres se embarazaran y así poder proferir insultos a diestra y siniestra, a macho y hembra, a masculino y femenino, porque así sería parte de la igualdad de géneros ¿cierto?

Independientemente de su antecedente social o sus valores morales, religiosos y/o éticos; el poder insultar libremente como si uno padeciera síndrome de Tourette, para poder sacar toda esa ira, frustración y enojo dentro y así sentirse uno más «livianito», como si su alma descansara (vale la pena recalcar que esta redacción se considera atea, gracias a dios, frase muy trillada para estos menesteres pero muy atinada para el propósito de nuestro escrito de ahora), como quitarse un peso de encima, es una manera de expresarse, es inherente al ser humano y tratar de desaparecer eso es como quitarle los colmillos a un elefante.

Y porque quien suscribe el presente texto, está a favor de proferir groserías, insultos y ademanes de ser necesario, con tal de no llegar a los extremos violentos eso que ni qué, pero simplemente agasajar se uno mismo con tan caprichosas y laxas bondades, como quien dice echar una cana al aire, sin limitaciones, ¡sentirse libre, pues! Pero insultos que contengan tanto género masculino como femenino, para que las féminas dejen de cargar con tan compleja labor de llevar en sus hombros el peso de que su sola existencia ofende. Pues que mal, ¿no?

Aunque esto deja para la reflexión y quizá un próximo post, ¿qué tanto es tanto?, ¿cuándo parar de insultar a alguien?, ¿por qué cuando recibimos insultos nos molesta y desagrada?, ¿qué sucede en nuestra psique que nos hace creer que vale la pena molestarse por eso?

En fin, tema filosófico para una próxima tertulia de café (o té para los que andan estilo new age).